domingo, 26 de octubre de 2014

Que veinte años no es nada


Miguel Izu
En contra de lo que dice el tango, a veces veinte años es mucho tiempo, pero no en la política navarra en la cual hay debates que siguen en el mismo punto donde estaban hace dos décadas. Me refiero a la modificación de la Ley Foral del Vascuence (LFV) que próximamente va a debatir el Parlamento de Navarra. Una más de las muchas propuestas de modificación que se han presentado desde los casi treinta años transcurridos desde 1986 para la ley 

foral más resistente al cambio. Contrariamente a lo que se dice desde UPN, en su mayoría ni responden a una obsesión de los nacionalistas vascos ni han sido presentadas por estos. En total se han presentado quince propuestas. La primera, que comentaré enseguida, por PSN-PSOE, EA e IUN-NEB en 1993; dos por CDN (1998 y 2002); otra por el Gobierno de Navarra regido por UPN (2002); una por PSN-PSOE (2002), otra por EA (2002); cuatro por IUN-NEB (2005, 2006, 2007 y 2009), dos por Nafarroa Bai (2010 y 2012); una por Izquierda-Ezkerra (2011), una por Bildu (2012) y, finalmente, la que acaba de ser presentada por PSN-PSOE, Izquierda-Ezkerra y Geroa Bai.
El origen de la primera propuesta de reforma está en 1992, año en que se creó en el Parlamento de Navarra una Comisión Especial sobre el Euskera que, tras los oportunos debates, elevó un dictamen que fue debatido y aprobado por el Pleno con el único voto en contra de UPN. En él se señalaba que “el proceso de normalización lingüística del uso del euskera en Navarra requiere la modificación de la vigente Ley Foral del Vascuence en el sentido de eliminar las limitaciones e impedimentos que se establecen y desprenden de su regulación, ampliando a todos los navarros la posibilidad de ejercitar sus derechos lingüísticos” y, a tal fin, se creó un grupo de trabajo que no logró llegar a ningún acuerdo. No obstante, como resultado de esos debates, en noviembre de 1993 los grupos parlamentarios de PSN-PSOE, EA e IUN-NEB, que sumaban 24 escaños, presentan una proposición de modificación del art. 26 de la LFV por la cual la enseñanza en la zona no vascófona quedaba equiparada a la de la zona mixta y, además, se añadía un nuevo precepto que preveía la enseñanza en y del euskera en los niveles universitarios y de formación profesional de acuerdo con la demanda. El Pleno la tomó en consideración con el único voto en contra de UPN y el debate pasó a comisión. El dictamen aprobado en comisión eliminó la referencia a la universidad y a la formación profesional, dejando únicamente la modificación del art. 26, pero quedó rechazado por el Pleno el 5 de mayo de 1994 al no obtener mayoría absoluta por votar en contra UPN y negarse a votar HB. En aquel momento el portavoz de HB, Adolfo Araiz, justificó su posición contraria en un todo o nada, en que “aquí sólo existen dos opciones: la oficialidad y, en consecuencia, el euskara debe ser oficial en toda Navarra; o la no oficialidad”. Parece que ahora los grupos que, de un modo u otro, son herederos de HB han variado su visión y piensan que no hay que despreciar los avances parciales. Por el contrario, la posición de UPN ha variado poco; su portavoz en aquel debate, Rafael Gurrea, achacaba a la proposición haber sido elaborada “en clave política, en clave interesada, en clave sectaria” (como si las leyes y sus reformas no fueran siempre un asunto político y debieran valorarse con algún otro criterio, no sé, aritmético, deportivo, teológico, musical, ya que el político es intrínsecamente perverso); señalaba que “existe un cambio importante incluso en el Partido Socialista”, que en 1991 “empieza a temblar con la posibilidad de perder el Gobierno y que se agarra, lógicamente, al sillón” y que por eso pacta con los nacionalistas vascos, con EA, la modificación de la LFV que “no obedece tanto a una convicción, sino a una imposición de un socio que era absolutamente necesario”.
Aquel primer debate sobre la reforma de la LFV fijó el guión para las propuestas posteriores. En resumen, que vienen los vascos, que el euskera es el caballo de Troya de los nacionalistas vascos, que el PSN-PSOE les hace el juego por turbios intereses partidistas y que solo UPN defiende a Navarra. Este guión vale tanto para cuando UPN abominaba de la LFV (“dicha ley no refleja la realidad sociolingüística de la Comunidad Foral”, “el tiempo ha demostrado que la Ley Foral del Vascuence no es el mejor instrumento para el uso y regulación del vascuence”, decía Miguel Sanz en el Parlamento en el año 2000) como para cuando asume su defensa a ultranza (“creo sinceramente en la Ley del vascuence”, decía Miguel Sanz en 2004, sí, también está en el diario de sesiones, que lo aguanta todo, “lo mejor es dejar las cosas como están”). Aunque hay que reconocer que ahora el PP ha introducido un argumento nuevo y original, lamentar la ruptura del consenso en la modificación de la LFV. Un consenso roto perfectamente imaginario. La LFV, para la cual el Amejoramiento del Fuero exige mayoría absoluta, 26 votos, se aprobó en 1986 con 29 votos, la abstención de UPN, el voto en contra de EA y la ausencia de HB. La ya comentada propuesta de reforma de 1993 obtuvo 23 votos a favor y 20 en contra (más siete ausencias); la de 2008, 25 a favor y 24 en contra (faltó el voto de un parlamentario ausente por fuerza mayor, tan mayor como el Himalaya, para su aprobación). La única reforma de la LFV aprobada hasta ahora, la de 2010, tuvo 28 votos a favor. La que se presenta ahora a debate puede obtener, si no hay sorpresas, 27 votos a favor. Es decir, se mantendrá un nivel de consenso similar al existente con anterioridad o, dicho de otro modo, se mostrará la misma división de opiniones al respecto que ya es histórica y algo perfectamente normal en una democracia, y se aprobará la reforma con la mayoría que el ordenamiento jurídico exige, como es normal en un Estado de derecho. Lo que no es tan normal son los veinte años transcurridos para aprobar una modificación en apariencia tan insignificante como para que, según unos, sea innecesaria porque la LFV ya permite lo que se va a establecer, la enseñanza en vascuence en la zona no vascófona; según otros, sea superflua porque prevé atender una demanda que, en realidad, no existe; y que, según otros, sea mínima e insuficiente. Convendría pues, ir pensando en empezar a debatir las reformas de la LFV que sean realmente importantes para asegurarnos de que puedan aprobarse a tiempo para que la norma se adapte a la Navarra del siglo XXII.