Raul Ciriza |
Foxconn es el nombre de una fábrica
taiwanesa a la que Apple subcontrata la producción
de algunos de sus atractivos gadgets. Con cerca de un millón de personas, no
sale en los medios de comunicación
pese a que lleva años
denunciada por las malas condiciones laborales, presiones y malos tratos a que
somete a su personal. En 2009, uno de sus empleados se suicidó tras reconocer que
había perdido
un prototipo del iPhone 4 que estaba en su poder. En 2010 se suicidaron otras
14 personas. Fue denunciado y los responsables dijeron que tomaban medidas drásticas,
consistentes en la instalación
de redes en ventanas y escaleras.
Por supuesto, nadie pensó
en equiparar las condiciones del personal contratado a las de occidente,
o establecer horarios que permitiesen una vida fuera del trabajo, o cumplir
unos mínimos
de salubridad en los edificios donde los hacinaban. Ir más allá
de la instalación
de una red era imposible porque suponía
una merma en los beneficios de las compañías.
Consultores, directivos, consejeros y muchos otros cerebros privilegiados
llegaron a la conclusión
de que no había
causas en los suicidios: que estos eran la causa del problema.
Esta semana, más de 1.000 personas
han perdido la vida en el mediterráneo.
Es difícil ser
preciso en las cifras, pues bailan con alegría
de unos medios a otros. Como si no se tratase de seres humanos. Pero por
primera vez en mucho tiempo la tragedia del Mediterráneo ocupa titulares de prensa, y los
gobernantes han tenido que dar la cara. Sus declaraciones grandilocuentes han
estado cargadas de lamento, de empatía, de búsqueda de soluciones. Incluso, a
alguno se le ha escapado lo que mucha gente llevamos décadas pidiendo: que hay que atajar el
problema de raíz.
Si uno se pone, no es difícil
de encontrar esa raíz
del problema. Está explicado
en muchos informes. Por ejemplo, uno de Pobreza Cero recoge que África cuenta con el
20% de las reservas mundiales de uranio, el 90% de las de cobalto, el 40% de
las de platino, entre un 6 y un 8% de las de petróleo
y la mitad de las reservas mundiales de oro y diamantes. Es evidente que poca
de esta riqueza se queda en el continente, pues de otro modo nadie querría marcharse de ahí. Otro informe,
este del Banco Africano de Desarrollo, explica que cada año las compañías que llenan las
estanterías de
los centros comerciales de occidente, esas que extraen los recursos africanos,
evaden cada año
entre 50.000 y 60.000 millones de dólares
en impuestos que deberían pagar a países de aquel continente.
Mucha gente ya no habla de África
como de un continente pobre, sino empobrecido. O expoliado.
Ya sé
que nuestros gobernantes no suelen leer estos informes, que no les
ayudan a mantener sus intereses. Pero por lo menos podrían hojear la prensa que les resulta cómoda,
esa que no discute el sistema neoliberal. Por ejemplo, podían leerse este reportaje de El País del verano
pasado, donde explica la “maldición de los recursos
naturales” que
padece África.
Extraigo literalmente lo que describe este periodista (sin haber sido
denunciado, que yo sepa): “Estos estados están expuestos a
guerras, altas tasas de pobreza, fuerte corrupción,
mala gobernabilidad y poca democracia, todo ello causado por el intento de
distintos países,
principalmente occidentales, de controlar los recursos naturales, para lo cual
no escatiman medios provocando conflictos, imponiendo y manteniendo dictadores
o sistemas corruptos…
Estados Unidos y Europa son expertos en estas tácticas.”
No quieren ver que las mafias no son causa sino consecuencia de
que muchas personas quieren migrar y no encuentran cómo hacerlo. No quieren ver que migrar
no es un capricho, que la raíz
está en esa
pobreza y guerras provocadas
Pero nuestros gobernantes no se han preguntado por qué África está
empobrecida. Tampoco por qué
hay guerras o dictaduras. Nuestros gobernantes, lo hemos leído en prensa, han
identificado que el origen del problema migratorio está en las mafias, esas organizaciones
criminales que sacan el dinero a las personas migrantes a cambio de un pasaje
en barco y una esperanza.
Hasta ahí
han llegado porque son incapaces de plantear soluciones que afecten a
los beneficios de las grandes compañías.
Como los de Foxconn, que pusieron una red para evitar los suicidios; aquí cortar de raíz el problema es
hacer una valla más
alta, ponerle cuchillas o acabar con las mafias.
No quieren ver que las mafias no son causa sino consecuencia de
que muchas personas quieren migrar y no encuentran cómo hacerlo. No quieren ver que migrar
no es un capricho, que la raíz
está en esa
pobreza y guerras provocadas. Nuestros gobernantes, para atajar el problema de
la migración,
van a bombardear las embarcaciones que las mafias tienen en puerto dispuestas a
cargar a personas para atravesar el mediterráneo.
Y ahí van a
centrar todos sus esfuerzos. Hasta la próxima
vez.